Hablar de las Malloas es hablar de los pastos altos y de los cables aéreos que se utilizaron para acercar la hierba hasta los caseríos. De aquellas tirolinas que redefinieron el paisaje apenas quedan rastros, pero sí recuerdos de los lugareños que conocieron este ancestral sistema de trabajo.
En el valle de Araitz las parcelas de cultivo próximas a los caseríos se dedicaban a la siembra del trigo y del maíz. La hierba para alimentar a los animales durante el invierno se obtenía de la montaña. Al ser un terreno comunal, el Ayuntamiento realizaba un sorteo el 3 de mayo (día de Santa Cruz) para designar las parcelas o zotzak (palabra derivada de zozketa, sorteo en euskera) que correspondían a cada familia. Con el paso de los años se escrituraron zotzas para todos los caseríos.
La siega tenía lugar en verano. Era un trabajo duro que requería cierta pericia. Las fuertes pendientes obligaban a los segadores a cortar la hierba descalzos. Después se secaba al sol y se preparaban fardos con sábanas o sacos (buxiek) de entre 50 y 80 kg. Hasta principios del siglo XX, el transporte de los fardos se hacía sobre las espaldas de los baserritarras o a lomos de caballos o mulas.
Implantación de los cables aéreos
En la primera mitad del siglo XX, el valle de Araitz vivió una auténtica revolución con la instalación de una red de cables que servían para bajar sin esfuerzo madera, carbón y hierba del monte. El primer cable que sobrevoló las Malloas transportó carbón vegetal desde Alixateko Muñoa hasta las inmediaciones de Juangoneko borda. Aunque su autoría es incierta, se cree que fue obra de Bixente Eskisabel conocido como “Ataungo herrerua” (el herrero de Ataun).
Una vez demostrada la eficacia de este rudimentario pero eficaz invento, se aplicó al transporte de fardos de hierba. En las vivas cuestas de las malloas, pues, se fueron colocando poco a poco machones hechos a mano. En total, se instalaron 49 cables, la mayoría de ellos en Intza (23) y en Gaintza (16). Algunos tenían más de un kilómetro y de 500 m de desnivel. Otros llegaban directamente hasta los desvanes de los caseríos. Azkarate fue el único pueblo que careció de tendidos debido en parte a que sus habitantes podían acceder con facilidad a las campas de Malloberri y a la peligrosidad de las pendientes de hierba de la zona.
Trabajo en auzolan
La época de siega coincidía con los meses de verano. Para evitar el calor, las familias tenían que madrugar y llegar a las zotzas antes de que se pusiera el sol. Subían con un burro y un carro tirado por bueyes para transportar los fardos hasta los caseríos. Era un trabajo en auzolan en el que todos colaboraban, incluidos los pastores que, después del primer ordeño, bajaban para ayudar. Los adultos cortaban la hierba con las guadañas y preparaban los buixiek, y los menores de más de 8 años se encargaban de recoger agua fresca del manantial y de ayudar en el secado de la hierba, mientras escuchaban las historias que les contaban sus padres y abuelos. Como eran muy pequeños, aprovechaban para jugar y copiar lo que veían. Colgaban una cuerda a un palmo de su cabeza y, tras elaborar sus pequeños buixiek de hierba, los lanzaban por la txirrika (polea). En los días soleados y despejados, disfrutaban de la velocidad y del ruido que hacían los fardos al descender por el cable.
La hierba de las Malloas era muy nutritiva y facilitaba el engorde del ganado. Por eso, se intentaba bajar la mayor cantidad posible. Para aligerar el trabajo de las familias, el Ayuntamiento contrataba a jóvenes de los alrededores y de localidades guipuzcoanas.
La identificación de los sacos de hierba de cada caserío se hacía a través de un distintivo (pañuelo, rama, cuerda) y los golpes indicaban que era la última carga.
En 1971 se hizo el último corte de hierba en las Malloas. La llegada de los tractores y la posibilidad de poder comprar heno a un precio competitivo llevó al abandono de las praderas altas y al desuso de los tendidos.
Funcionamiento del sistema de cable aéreo
El sistema era muy sencillo. Colocaban dos puntos de partida, el cargadero y el descargadero, que unían con un cable de acero galvanizado proveniente de Altos Hornos de Bizkaia en el que deslizaban una polea con su carga. El cargadero se colocaba en una zona más elevada, amarrado a un árbol o a una roca escarbada en la tierra. En algunos casos, se construían torretas de mampostería para ganar altura. El descargadero, llamado astoa (burro) se instalaba en la parte baja y estaba compuesto por dos gruesos postes incrustados en la tierra y unidos por dos ejes. El inferior, llamado “danborra” (tambor) tenía la función de tensar o destensar el cable. El superior, permitía apoyar el tronco que impide el giro del inferior.