Al abrigo de un paisaje tan rico como variado habitan numerosas especies de flora y fauna de gran interés por su biodiversidad. Aves rapaces, ovejas latxas o vacas conviven en armonía con especies protegidas como el tritón alpino.
En el valle de Araitz la naturaleza brota por todos los rincones. La diversidad de vegetación se manifiesta desde los inaccesibles farallones hasta los bosques, pastizales y matorrales que desembocan en los caseríos del valle.
Los majestuosos roquedos de las Malloas, en los que se intercalan repisas herbosas, dan paso a un manto verde de diferentes alturas que esconde una rica vegetación gracias a los frentes de lluvia que azotan la zona. Por encima de los 800 metros predominan los hayedos, que comparten espacio con fresnedas y algún que otro roble y mostajo (hostazuria). En las últimas décadas, las masas forestales han ido ganando protagonismo en detrimento de los pastizales. Una imagen que refleja cómo la desaparición de la actividad ganadera en la alta montaña tiene consecuencias negativas para la conservación de especies vegetales propias de los pastizales.
Conforme van perdiendo altura, las laderas se tiñen de alisedas, especialmente en la zona de Gaintza y Azkarate, y de tejedas, castañares, acebos y alerces.
Pero a las variedades de árboles típicas del clima cantábrico, se unen dos especies endémicas de las Malloas que viven en áreas sombrías y húmedas y que florecen únicamente en este enclave de Navarra: el acónito azul (Aconitum pyrenaicum subespecie variegatum) y una pequeña planta herbácea denominada Carex caudata.
La variedad de plantas que salpican el paisaje también ha sido y sigue siendo una fuente inagotable de remedios medicinales, tanto para curar heridas y aliviar dolores de estómago como para preparar bebidas digestivas. Durante años, los habitantes del valle han guardado bajo llave las fórmulas secretas de cremas y ungüentos elaborados a base de “Pasmo-belarra” (muraje), “Ebaki belarra” (El ombligo de Venus), “Santi-belarra” (hierba de San Juan), Juanagorri belarra, malva, verbena, yodo o “Ezki-ura” (tila) y endrinas para el pacharán.
Araxes, el río que atraviesa el valle
El valle de Araitz se enclava a los pies del cordal de montañas que forman la divisoria hidrográfica Cantábrico-Mediterránea. El río Araxes, que recibe las aguas de la sierra de Aralar y de los montes circundantes, atraviesa el valle de sureste a noroeste para desembocar en el río Oria (Gipuzkoa) en busca del mar Cantábrico.
Mientras el río se abre paso por el piedemonte, en la sierra de Aralar, los acuíferos y riachuelos que corren por su interior van desgastando la roca caliza propia de este gran macizo kárstico para crear numerosas simas y cuevas, que se han convertido en lugar de cría para algunos murciélagos amenazados.
Especies que se adaptan al paisaje
Los bosques y roquedos de las Malloas abrigan una rica avifauna que ha sabido adaptarse a las características de un entorno salvaje tan bello como desafiante. En los inexpugnables cortados de roca caliza anidan quebrantahuesos, buitres leonados, águilas reales, alimoches y otras aves rupícolas como milanos o halcones peregrinos.
Además de las rapaces, los bosques y su ambiente umbrío favorecen la presencia de una gran diversidad de especies de aves, como el pico picapinos y el picamaderos negro, ambos pájaros carpinteros; el mirlo, el cuco, el pardillo, el pinzón, la tarabilla, el zorzal, la chova piquirroja, la chova piquigualda, el petirrojo, el arrendajo, el herrerillo, el tordo, el reyezuelo y un sinfín de ejemplares cuyo plumaje y sonido alegran la vista y el oído a quienes se internan en su hábitat.
Si las ramas y los troncos son el lugar de recreo de las aves, en tierra y entre matorrales se mueven a sus anchas liebres, jabalíes, corzos, garduñas, tejones y zorros. Atrás han quedado los tiempos en los que los lobos y los osos buscaron refugio en el valle de Araitz. También los humedales acogen especies protegidas como la rana ágil o el tritón pirenaico, dos tipos de anfibios que encuentran en la sierra las condiciones óptimas para asentarse.
Aunque hoy en día las masas forestales ganan terreno a los prados debido, en gran medida, al debilitamiento del sector ganadero, los pastizales siguen llenándose de ovejas latxas, vacas y pottokas que recuerdan la vinculación de esta tierra con el pastoreo y sus orígenes prehistóricos.